La historia comenzó el 3 de julio de 1984 a la antigua Clínica Sagrada Familia, al que acudieron el matrimonio formado por Antonio Cárdenas y Encarnación Benítez, que en aquella época residían en el municipio de Algodonales. Encarnación vino a Ronda a dar a luz a su primera hija, una niña que al nacer pesó cuatro kilos seiscientos gramos. Según nos relataba hoy Emilia Acevedo, la madre de Encarnación, en el parto no dejaron que estuvieran presentes ni el marido ni ella misma y que esperaron en la habitación. Les pareció extraño que subieran del paritorio a su hija sin la recién nacida. “Al preguntar me dijeron que la niña estaba bien y yo contesté que si estaba bien porque no la habían subido con mi hija”, relataba Emilia.
A las pocas horas les dijeron que la niña había muerto por una complicación respiratoria pero que ni Encarnación ni ella llegaron a ver el cuerpo de la pequeña.
En medio del dolor por la pérdida de su primera hija, un celador le entregó al padre una caja cerrada, en la que contaba Emilia, supuestamente iba el cuerpo de la niña envuelto en unos papeles. A Antonio le dijeron que fuera al cementerio a enterrarla y allí se fue acompañado por un familiar. Uno de los operarios del camposanto cavó un hoyo en el patio número 2 del Cementerio de San Lorenzo y enterró la caja. El sitio quedó señalado por una cruz de madera.
En la familia quedó la inquietud por lo extraño del asunto y a raíz de otros casos, Antonio y Encarnación decidieron denunciar el supuesto robo de su hija. Encarnación insistía en que sigue creyendo que su hija está viva y que se la llevaron del hospital. Según ha dicho también, la forense se ha llevado pequeños trozos supuestamente de huesos aunque éstos, ha dicho Encarna, podrían ser trozos de madera. También se ha encontrado un plástico. Habrá que esperar a las pruebas, aunque es posible que no se consiga extraer ADN de los restos encontrados.
Para Encarna la cuestión es clara: tendrían que aparecido más restos. “Tenía que haber aparecido el cráneo o algo más, digo yo”, decía hoy convencida. La madre recordaba que en la sala de parto estaba sola con el médico y que vio cómo éste sostenía al bebé por las piernas para que llorara y ella lo oyó llorar. A los diez minutos llamaron al padre para que la viera en la incubadora y la vio, supuestamente de espaldas, aunque precisaron que no sabían si era su hija. A pesar del mal rato de esta mañana, Encarnación decía sentirse más tranquila y en su voz se notaba cierta esperanza de encontrar algún día a su hija.
Junto a Encarnación ha estado buena parte de la familia y también Isabel Agüera, representante de la asociación ABEROA, la Asociación Bebés Robados de Andalucía, quien insistía en la necesidad de continuar con las exhumaciones para tratar de esclarecer las dudas de muchos padres. Ésta es la cuarta exhumación que se realiza en la provincia de Málaga a raíz de las denuncias de robos de bebés.